En ese mismo lugar de La Mancha del que habla don Miguel de Cervantes en su Quijote, la extensa y diáfana llanura, alfombrada con plantaciones de viñedos, olivares, sembrados de cereales y barbechos, zonas de monte cubiertas de romero, tomillo, salvia, esparto, numerosas retamas, enebros y encinas, algunos humedales como; las lagunas de Ruidera y Villafranca de los Caballeros, los regadíos de la Alavesa, Argamasilla de Alba y otros encantos naturales, el amanecer que va desde la primera luz del lucero del alba hasta la salida del sol, suele ser la parte del día a significar por su esplendorosa y excepcional belleza.

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